jueves, 16 de julio de 2009

De escrituras y escritores


Escribir es un oficio raro. ¿De dónde nace y cómo se cultiva el gusto por convertir en palabras las emociones y las pasiones? ¿Cómo es que alguien, pudiendo volverse bombero o astronauta, decide convertir a la escritura en su forma de vida?

En nuestra edición del 11 de julio presentamos una entrevista con Javier Acosta, poeta, ensayista, papá y buen amigo del equipo que produce Chinchilagua, quien nos habló acerca del oficio, la vocación y el placer de la escritura. A continuación transcribimos algunos fragmentos de esta conversación.

Valeria: ¿De dónde nace la inspiracion del escritor?

Javier Acosta:
Ya tengo muchos años escribiendo poemas y pues me he inspirado en muchas experiencias, muchas cosas. Ültimamente, estoy escribiendo mucho sobre la luna, que me inspira mucho. Veo la luna y, no sé si te ha pasado, pero me estremece: un disco, una bola ahí, flotando, atravesando el cielo... me parece tremendo. Y entonces me pongo a escribir acerca lo que pienso o siento sobre eso.

Uno casi siempre empieza a escribir poesía cuando se enamora, sobre las muchachas (o muchachos, según el caso) que estén al lado de uno y lo inspiran a escribir poemas.


Claudia: ¿Desde cuando empezó a escribir poesía? ¿Escribe otras cosas?

Javier Acosta:
He escrito cuentos, ensayos... cosas del trabajo Soy profesor en la UAZ entonces tengo que escribir articulos para revistas, tuve que escribir mi tesis... muchas cosas.

Pero vocacionalmente a lo que me dedico es a escribir poemas y comencé como a los 13 ó 14 años: cuando me empezaro a salir espinillas comencé a escribir poemas. Por cada espinilla un poema. Y tenía muchas espinillas y había pocos productos para quitárselas así que escribía mucho. Empecé a escribir poemas para una niña que vivia en mi calle, en la Avenida Morelos, donde viví de niño; ella estaba además conmigo en la primaria, se llamaba Susana. Yo llenaba libretas y libretas y libretas de poemas. Todos los dias escribía porque tenía que trabajar con mi papá en su tienda y como ahí no tenía mucho que hacer pues agarraba la libreta y escribía para Susana.

Ahora bien, el chiste es que sigas escribiendo después de que ya no estás enamorado. Entonces ya se puede decir que puedes dedicarte por vocación a la escritura.


Omar: ¿Qué pasaría si no existiera la escritura?

Javier Acosta: Hay dos tipos de escritura: una escritua hecha para las reglas y para seguir las reglas. Las primeras muestras que tenemos de escritura son reglas, leyes, códigos... para saber qué hacer, para hacer lo correcto. Pero hay otra escritura que es la del juego, es la escritura inventiva, la escritura de la poesía, de la literatura: es la escritura de los hombres que quieren volver a ser niños.

Si no existiera la primera, el mundo sería un caos. Si no existir era la segunda, el mundo sería un infierno.


Omar: ¡¿Un infierno?! qué exagerado...

Javier Acosta: Al menos sería un mundo muy triste... la cosa más triste que te puedas imaginar.


Valeria: ¿A qué escritor admira?

Javier Acosta: Hay un libro que me ha acompañado mucho, que leo mucho y el libro de poesía que más he leído, parece una baraja: lo tengo doblado por las esquinas, luego lo he desdoblado y vuelto a doblar, por arriba, por abajo, le he puesto marquitas, lo he subrayado y lo he leido por unos 20 años. Es este libro que se llama “El sueño del alquimista” de Charles Simic. Me gusta mucho este autor porque escribe haciendo lo que hacen los niños, inventar. Eso es lo que hacen los niños siempre: transformar una cosa en otra. Los artistas tambien transforman unas cosas en otras.

Hay un señor llamado Walter Benjamin que dice que la cosa más triste que descubren los niños es que los adultos no pueden hacer milagros. Los adultos tenemos que enseñarles a los niños que no existe la magia en el mundo, eso es muy triste yo lo he vivido con mi propio hijo. Y regresar a la magia, hacer que existan milagros es la tarea del arte.


Claudia: ¿Qué consejo le daría a los niños que quieran ser erscritores?

Javier Acosta: A los niños no hay que darles consejos, de los niños hay que aprender, ellos son los maestros. Lo que debemos ver es como los niños lo hacen.


Cuando mi hijo Chebo estaba aprendiendo a hablar, tendría un año de edad, estaba desayunando en su silla periquera, comiendo su huevo con un tenedor; entonces me dijo “mira, papá, la-egoya-e-huevo”, o sea: “la escoba del huevo”. Chebito acababa de hacer eso que dijimos antes: transformar una cosa en otra conl as palabras. A los niños solo hay que verlos cómo hacen los poemas, estar atentos y aprender cómo lo hacen.

A los jóvenes, la gente que ya tiene espinillas hay que enseñarle a jugar otra vez con las palabras y hacer que una cosa se transforme en otra. Porque a los adultos ya nos produce aburrimiento o temor que las cosas se tranformen en otras.


Jael: ¿Escribir cura? ¿Escribir sirve para aliviar lo
que nos duele?

Javier Acosta: Sí, cura. Es la cura más importante de todas. Como dice una canción de Jose Alfredo Jimenez, que es poesía ¿eh?: "Cantando no hay reproche que nos duela /se puede maldecir o bendecir / con música la luna se desvela / y al sol se le hace tarde pa' salir...". Con música, con poesía, con arte incluso podemos difrutar las cosas que nos duelesn y entenderlas mejor y entender mejor el mundo. Sin el arte todo eso sería intolerable.



Karolina: ¿Ha escrito algún poema que usted crea que puede cambiar la forma de pensar de la gente?

Javier Acosta: No lo creo. Pero he escrito poemas que me han hecho cambiar mi forma de ver el mundo. Cuando escribes, cuando lees, tu forma de ver el mundo siempre cambia.


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A continuación te presentamos una adaptación radiofónica del relato "El cuento vacío", que nos narra las penurias de un cuento que no tiene nada: ni princesas, ni brujas, ni animales parlantes; vamos: ni un triste duende tiene este pobre cuento. ¿Cómo le haría para resolver su problema? No te quedes con la duda y escúchalo...


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Entra aquí quieres leer la versión original de esta historia de Rocío Sanz, ilustrada por Leticia Tarragó.


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